El concepto de mineralidad se acuñó para el mundo del vino en los años 80 cuando Robert Parker definió el aroma de “piedra húmeda” en algunos vinos, ahora, la mineralidad se ha puesto de moda.
De qué hablamos cuando hablamos mineralidad
Aunque suene contradictorio, la mineralidad con la que se describen ciertos vinos no tiene relación directa con el contenido de minerales. Cuando hablamos de mineralidad estamos implícitamente refiriéndonos a que determinados elementos químicos particulares que se encuentran en el suelo del viñedo del que procede el vino se han comunicado a la planta y a través de ella a las uvas, para que el vino producido pueda trasladárnoslo a nosotros a través de su aroma y de su gusto.
Aplicando el sentido común, consideraríamos que el término mineralidad establece una relación directa entre los contenidos de minerales, se supone que altos, que contendría un suelo y la mayor o menor intensidad de esos aromas y sabores minerales que percibimos en el vino.
Esta afirmación, sin embargo, es falsa ya que la planta de la vid no absorbe minerales complejos del suelo, sino solo agua con aniones y cationes disueltos en la misma, que son sustancias inodoras.
Aun así, muchos expertos son capaces de encontrar ese aroma mineral en la fase olfativa de la cata, escondido tras los aromas más conocidos de origen frutal, floral, vegetal, la de maduración en madera, la de envejecimiento. Estos aromas minerales suelen relacionarse con la percepción de pedernal, sílex, granito, piedras secas, piedras húmedas, piedras que se golpean, piedras que se quiebran, piedra caliza, pizarra, tiza y talco.
Posteriormente, es posible apreciar de nuevo la sensación en la fase gustativa de la cata de vino, suele describirse como una descarga eléctrica similar a la sensación que provoca la de chupar los polos de una pila cargada, pero en el fondo de la lengua.
Entonces, ¿el suelo influye en el vino?
Los geólogos y expertos consideran que la principal manera en que el suelo influye en los vinos tiene que ver con la disponibilidad de agua y también están de acuerdo en que no existe relación directa entre el aroma de un vino y la composición mineral de las rocas que hay en el suelo del viñedo.
Esto no implica, para nada, que el suelo no tenga relevancia en el vino. Muchas de las características más importantes de los vinos tienen relación directa con el suelo en que se producen y las variedades se adaptan mejor a unos que a otros como se ha podido comprobar a lo largo de siglos.
A raíz de todo esto, los últimos estudios parecen indicar que la mineralidad podría estar más relacionada con la actividad de las levaduras durante el proceso de fermentación, con las elaboraciones de las diferentes bodegas y con las características climáticas de cada añada que con la composición mineral del suelo.