El mito del vino rosado dice que se realiza a partir de la mezcla de vino blanco y tinto. Sin embargo, esta forma de proceder se abandonó hace años.
En la actualidad existen tres formas principales de elaborar rosados. Para entenderlos, hay que partir de la idea de que el mosto es transparente y adquiere su color en la maceración con los hollejos de la uva (la piel y las pepitas), que aportan a la bebida su color, taninos, aromas, sabores, etc.
Prensado directo
Se realiza con uva blanca y tinta. La mezcla se estruja y se prensa para posteriormente ser sometida a un proceso de maceración corto, en el que el vino adquirirá su característico color.
Clarete
El clarete se elabora mezclando los mostos (no el vino) de tinta y blanca. Una vez juntos, se procede a una fermentación parcial en la que los hollejos tintos transmitirán el color, los aromas y los taninos a la bebida.
Sangrado
El vino Raíz Rosado se elabora a través de esta técnica, que, en lugar de mezclar uvas o mostos, se realiza solo a partir de uva tinta. Esta se somete a un proceso de maceración corto. Luego, los bodegueros la sangran y la introducen en otro depósito, donde cumple los procesos de fermentación apartada de los hollejos.
Raíz Rosado se hace con el sangrado de la uva con la que se elabora Raíz Profunda, el vino de autor de la casa, lo que asegura una calidad muy elevada. El resultado aúna el cuerpo propio de un tinto y el frescor que caracteriza al blanco.
Cuando se interrumpe la maceración y el mosto se separa de los hollejos, la fermentación alcohólica de Raíz Rosado se realiza a fuego lento. El proceso dura 30 días y a una temperatura que no supera los 13 grados.
En el caso de Raíz Rosado, es brillante y fresco y en boca, los frutos rojos como la frambuesa se entremezclan con notas a pera madura e incluso puede evocar a otras tropicales como la piña o el plátano.
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