La Toscana retoma una de las tradiciones del siglo XVII con la buchette del vino o ventana del vino. Una forma «vintage» de beber vino a través de pequeño orificio excavado en la pared.
Origen de la buchette del vino
El origen de estas pequeñas ventanas surge en el siglo XVI, en medio de una crisis comercial. Para evitar la quiebra, los nobles poseedores de viñedos, pensaron en excavar estos agujeros en las fachadas de sus villas y palacios y acoger bares tras ellos donde comercializar sus productos.
De esta forma, podían vender su vino tras un muro de seguridad. El proceso era muy sencillo: la persona interesada únicamente tenía que llamar, lanzar unas monedas y, en unos minutos, recibía su copa de vino.
El momento de mayor auge de la buchette del vino fue hace más de 400 años, concretamente durante la epidemia de peste que sacudió Europa en el año 1600, ya que impedía el contacto directo entre cliente y bodeguero.
El cliente podía utilizar su propio recipiente o comprar vino enfrascado. Si se decantaba por la primer opción, dejaba el recipiente en el alfeizar de la ventana y el bodeguero lo llenaba de vino.
Para evitar el contagio, el cliente debía depositar previamente el pago en un tarro de vinagre y así desinfectar las monedas. Una vez efectuado, podía deleitarse con el vino de la casa.
Un concepto, mil denominaciones
Tal y como afirman en la página web de la Asociación Cultural de la Buchette del vino, con los años, esta palabra se ha diversificado obteniendo diferentes denominaciones.
Italiano
Buchette – Mostre.
Finestrine – Sportellini.
Buche – Nicchie.
Tabernacoli – Porticini.
Porte del paradiso – Porticciole.
En otros idiomas
Wine Windows (Inglés).
Ventanas del vino (Español).
Vitrines à vin (Francés).
Weinfenster (Alemán).
La buchette, en la actualidad
La Asociación Cultural Buchette del Vino, que trabaja para preservar las ventanas de vino, ha documentado el resurgimiento de las ventanas del vino en su sitio web.
¿El motivo? La expansión del COVID-19. En un momento en que la hostelería de todo el mundo sufre el azote del virus, dueños de bares y locales comerciales florentinos han reinventado sus procesos para poder continuar su actividad laboral y frenar la curva de contagios.
Los primeros en reutilizar esta forma de comercio fueron los dueños de la heladería Vivoli, situada en el centro de Florencia, que deciden abrir su propia buchette y servir sus productos manteniendo una estricta distancia física.
El hecho marco un éxito inmediato, hasta el punto de ser imitados por otros muchos negocios de la ciudad y vendiendo todo tipo de productos, desde un simple café expreso hasta una elaborada comida para llevar.